Las estadísticas, y Pétula, saben que los optimistas mueren primero, así que ha decidido no bajar la guardia, aun cuando esto signifique perder a su mejor amiga y vivir presa de la ansiedad y el remordimiento.
Entonces aparece el Hombre Biónico en su grupo de arteterapia. Sorprendentemente alto y seguro de sí, Jacob es sobreviviente de un accidente en el cual perdió el brazo, y a pesar de eso, sigue sonriendo.
Al principio su desmesurado optimismo aleja a Pétula, aunque no puede negar que hay bastante química entre ellos, y poco a poco sus barreras irán cayendo. Pero el amor —y el optimismo— es ciego, y Pétula se dirige a toda velocidad hacia la zona de peligro.