Fontela no se conformaba y esa insatisfacción hacía de él un adicto al mal, hurgando desesperadamente en lo más profundo de la aberración humana, intentando palpar su textura, tocar consistencia... Esperaba algún día identificar signos que lo revelarán y, entonces, reconocería al criminal en un vistazo.
Ese era su plan de vida. Un crimen siempre deja huellas, pero estos indicios suelen diluirse cuando el contexto está lleno de corrupción, cuando la inocencia es una consecuencia de la mentira y la traición es el arma que se esgrime todos los días.
En Venezuela cualquiera puede darse por muerto cuando tiene al régimen en su contra; éste es el caso de un niño desaparecido diez años atrás. Sin embargo, hay indicios de que sigue con vida.
María Fihman nació en Caracas Venezuela. Doctora en ciencias políticas de la Universidad Central de Venezuela y profesora titular en la facultad de Economía. Autora de la novela Daño colateral y de los ensayos Petróleo, cultura y poder en Venezuela (Premio Conac de ensayo Mariano Picón Salas 1994), El excremento del diablo, Moral Normal y simbolización en la obra de E Durkheim (Ediciones de FACES/UCV, 2001), así como de diversas publicaciones internacionales sobre teoría de la decisión. Actualmente es colaboradora de Papel Literario del diario El Nacional (Caracas) y columnista semanal del diario El Universal (Caracas).