Todo empeora cuando lo que sufre en sueños lo acompaña al despertar. Si sueña que lo arañan, cuando amanece le arde la piel; si lo golpean, le aparecen moretones. De un momento a otro, por inercia, no puede dejar de dibujar sus pesadillas cada mañana, pues solo así deja de pensar en ellas durante el día.
Cuando su mamá encuentra los dibujos, se siente aterrada porque son increíblemente grotescos y realistas. Y no solo eso, su maestra, quien también los ha visto, está muy preocupada y le recomienda a un psicólogo. El problema es que tal vez no se trata de cualquier psicólogo, y quizá
sus intenciones no son las mejores...